domingo, 4 de octubre de 2009

INSÓLITA MELANCOLÍA

Insólita melancolía, ésta del equilibrio, que me obliga a buscar dentro de mí aquello que probablemente nunca existió. Y es que dentro de mí, más allá de la carne, habita un dios vago y borracho repleto de incógnitas y certezas a partes iguales. Un dios que me promete la resurrección de los besos y el triunfo final de los deseos muertos, pero que nada hace por parar la eterna corrupción de los días y las noches, ni parece tener interés alguno en poner coto a la nostalgia de las fronteras innominadas. Las heces crecen, y siembro la forma en la pulcritud de esas mismas heces, y en las blancas sombras que habitan en los confines del ser que soy. Allí me refugio para intentar parar las avalanchas de tiempo que no parecen tener otro fin que el de acabar con lo poco que soy –lo que tengo ya lo entregué a sus testaferros-, esto es, apenas si algunos fragmentos de luz de los que se nutre el olvido.

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