viernes, 23 de octubre de 2009

LA O

La más redonda de las letras, ésta de la que no se conoce ni principio ni fin resultando por tanto expresión pura de la alfabética eternidad, conforma al decir de los expertos un fonema vocálico medio y posterior. A la o, que suele ser usada como expresión de alternativa, o de equivalencia, o de exclamación según los casos, se la suelen utilizar también para hacer la prueba del algodón a la hora de detectar ignorantes, ya que dicen que una de las múltiples formas que existen a disposición del público a la hora de que cada cual acredite o no su condición de iletrado o indocto es precisamente la de no saber hacer la o con un canuto. Claro que, bien mirado, no me parece a mí esta prueba resulte muy certera. Depende, en todo caso, de lo cargado que esté el canuto y de las dosis de tolerancia de cada cual. A lo mejor es verdad que aquel que no sabe hacer la o después de un canuto es un ignorante, casi tanto como el que no sabe hacerse un canuto, pero después de meterse para el cuerpo tres canutos del tirón les aseguro que no hay forma humana de hacer la o. Te descojonas de risa al primer intento, o te da por divagar y mandar tu mente a las lejanas tierras de Babia, o, dependiendo de con qué material te hagas el canuto, igual acabas sopa en el sofá de la casa, de todo lo cual también se deduce que la decimoctava letra del abecedario español es la preferida a la hora de la disyunción. Una última advertencia: aún a pesar de que las oes resulten, por definición, vocales abiertas y fuertes, ya nos aconseja el panhispánico de dudas tener ojo, y aún vista y oído, en no confundir la o átona con la u, sobre todo para evitar que la toalla se convierta en tuálla y el columpio en kulímpio, mayormente porque queda fatal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario