martes, 13 de octubre de 2009

F

Entre ellas no sé cómo se llaman, pero nosotros nos referimos a ellas llamándolas efes, y si viene sola o te refieres a una sola en particular de entre las muchas que hay, entonces hay que singularizar llamandola simplemente efe. Su nombre viene de lejos y se corresponde con el sonido phi de los antiguos griegos, que es como una pe pero aspirada. Los latinos, en su afán de ahorro lingüístico, convirtieron la phi en una ph por el expeditivo método de suprimirle la vocal tras un duro trabajo de reingeniería de procesos. Cuando la ph llegó a oídos de los humanos que habitaban la piel de toro, estaba la pobrecilla tan anémica y debilitada, tan ninguneada por unos y otros, que hubo quien, más que una consonante, llegó a considerarla una semivocal, pues necesitaba de una e al principio y de otra al final para que este fonema consonántico fricativo, labiodental y sordo, pudiera pronunciarse. Pero esto, lo de la pronunciación de la efe, no es un asunto tan sencillo y tiene su intríngulis. Hay quien opina que basta para que la efe salga bien parada de la boca hablante con que ésta cargue los dientes de la parte superior sobre el labio de la inferior, de forma y manera tal que el aliento consonántico pueda finalmente salir de entre los dientes como dios manda. Pero verán que si lo intentan así la cosa no resulta en modo alguno fácil. Otros son de la opinión de que es más sencillo explicarlo de ésta otra forma: júntense los labios y arrojen el aliento que hayan podido acumular, sin separar los labios tan pronto como se tiene por costumbre de hacer en los casos de las bes o de las pes. Basta con eso para que la efe, efectivamente, vea la luz. A mí esta segunda opción tampocome convence. Soy más partidario de pronunciar la efe tal cual suena, es decir, decir efe de forma clara y directa. Cambiando de tercio, conviene saber también que el oficio de la efe es idéntico siempre se una la tal efe a la vocal que se una y en las circunstancias en las que les apetezca hacer cópula. El emperador Claudio, que ya se olía la previsible monotonía y el consiguiente embotamiento de los sentidos que trae este modo inalterable de trabajar, quiso que la F vuelta del revés –grafismo éste que no puedo reproducirles porque no sé cómo hacerlo- sustituyese a la consonante V, aunque a juzgar por los resultados acontecidos en el transcurrir del tiempo, con poco éxito por parte de crítica y público.

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