Ufano
o abatido, según el día, inhábil para amar la mayoría de ellos, la sordidez de
la noche terminó ocupando casi por entero los antaño sagrados territorios de su
alma. Mienten los locuaces poetas que le cantan haciendo gala de una métrica
excelsa, y mienten bien. Con todo y eso, pocos son los que recuerdan sus
momentos de esplendor, y nadie le llama ya para que cante sus repertorio de
tangos, coplas y boleros. Nada queda ya de él, apenas si un viejo video en el You tube.
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