La
luz nocturna que caía a plomo desde el techo traía consigo un silencio lejano y
pacífico, un manto repleto de observaciones mudas y miradas juiciosas. Empero, ésta
luz tenue y de apariencia delicada aparecía ante los ojos de su único
observador como ajena a todo tipo de tristezas. Claro que, por su forma de
posarse sobre los objetos se notaba, eso sí, que provenía de muy lejos, y que
quería descansar dando así por finalizado el
largo viaje.
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