Tenía
un amigo al cual, no es que le gustase la gente, no, que a esos extremos no
llegaba, pero parecía sentirse cómodo entre personas sencillas que no tenían
nada especial que decir al mundo y simplemente se afanaban en pasar los días de
la mejor manera posible. Él, sin embargo, parecía incapaz de entender a la
gente normal. Se enteró de la muerte de su amigo, el normal, mientras escuchaba
el repicar de la lluvia cayendo sobre un tejado de cinc cercano, y, de golpe,
todo el peso de su ausencia se volcó sus sienes. Sufrió pero, como en el fondo
no era normal, pensó mientras sufría que algún dios aburrido estaría
disfrutando al contemplar una escena como ésta. Y en eso quedó el intento de
normalidad.
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