martes, 17 de diciembre de 2013

UN JIRÓN DE NIEBLA ESPESA


La indecible soledad del vivir se le hacía más llevadera besando los labios de todos aquellos que morían. De los que vivían también, pero eso no movía a escándalo. Así las cosas, no es extraño que, en voz baja, fueran muchos los ignorantes que  murmuraran sobre él cosas extrañas y se alzaran voces que le acusaran de servir los deseos de un dios prohibido. Un jirón de niebla espesa cegaba sus ojos pero, aun ciego y todo, veía claro que su vida no sería larga ni su destino glorioso.

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