Como
un mal tambor en un día de lluvia, el sonido de su voz resultaba pobre y
extremadamente fofo, como sin ganas. Cualquiera diría que tenía el gaznate
velado por un mal vino y que su garganta se limitaba a reflejar sin mucho
convencimiento el eco lejano de algo que alguna vez escuchó. Y eso que se
encontraba entre los que encuentran sin
buscar, y buscan sin encontrar, ora arte, ora consuelo. Pero ni modo:
cualquiera tiene un mal día, y éste era el suyo.
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