La
ligereza en el trajín de las horas, la evidencia de un cuerpo incansable, la
constatación empírica de unos besos insaciables por definición,…todo le
empujaba a creer en una visión práctica del existir muy cercana a lo que se
conoce como eternidad. Y eso está bien. Cada cual lidia con sus eternidades
como buenamente puede. Lo más delicado fue no comprender que se le dio para que
diera. Y eso le hizo daño.
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