Ártico
o antártico, según se mire, lo cierto es que su corazón vegetaba en permanente
estado de hibernación. La pidieron que, a modo de ofrenda, lanzara su nombre al
aire, y lo hizo no una, decenas, cienes y cienes de veces, pero nada. La
noticia de la primera gota de agua que anunciara el inicio del deshielo no
acaba de llegar, y el sueño invernal se presentía eterno.
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