No
sólo los pobres necesitan visiones. También él, que no sabía muy bien ni quién era
ni mucho menos dónde ubicarse en la delicada geografía de las clases sociales,
también él, digo, estaba necesitado de visiones, relatos de los que alimentarse
para seguir comiéndose el pan mientras solloza con las dosis de tranquilidad
que acostumbra, y para seguir mostrándose condescendiente con la gente a la que
cree y ama. La imagen puede engañarte, pensaba; un relato, rara vez.
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