Tensa
y llena de presentimientos, observó cómo una tenue mancha de luz atravesó el
visillo para terminar posándose en su frente, que a la sazón estaba siendo
atacada por un tifón de murmullos y palabras inventadas, muy cercanos al
delirio. Se asomó al balcón en busca de las fuentes y observó que las calles
estaban vacías de devoción, de esperanza, y dada la hora y el calor reinante,
hasta de gente. Como fuere, no encontró ni rastro del susurro de reposo que
tanto necesitaba.
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