lunes, 30 de diciembre de 2013

AQUELLA MAÑANA INEFABLE


Aquella mañana inefable partió de la que había sido su casa durante los últimos diecinueve años sintiéndose etérea, con un color de piel antinatural y el pelo enmarañado. Pero no importaba nada. Además, se había prohibido inmiscuirse en asuntos que no entendía, especialmente si se trataba de asuntos propios. Aquel día, en su diario de navegación, registro con precisión el estado de su alma, y el diagnóstico fue claro: se sentía feliz, muy feliz, tanto que por momentos parecía como mareada al sentir en sus carnes el vértigo de la libertad.

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