El espanto del calor derramándose sobre su cuerpo
achicharraba su espíritu, de modo y manera que, dificultada a extremos
impensables la respiración y carbonizadas una detrás de otra todas sus
defensas, no le quedaba otra que aguantar estoicamente las amargas embestidas
de los grados e imaginar, soñar mejor, con un mañana más templado, húmedo y
tolerante que llegaría a sus labios transustanciándolos, conquistando las
papilas gustativas poro a poro hasta terminar adueñándose de su boca toda. En
lo que a ella se refiere, en eso, y no en ninguna otra cosa, consistía la
promesa de redención y de una nueva vida.
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