miércoles, 17 de septiembre de 2014

UN GESTO DE PLASTICIDAD


Cerrado sobre sí mismo en un gesto de plasticidad grandiosa, estaba alcanzando sin proponérselo aquel estado primigenio del alma en el que apenas si se alcanza a escuchar el mágico murmullo de la soledad. Su rostro inanimado reflejaba bien a las claras un paisaje interior de tranquilidad serena y un cielo–azul grisáceo, gris aturquesado- repleto de matices imposibles. En un tono entre velado y ronco, su voz inexistente lo decía todo. Y fue así, sin previo aviso, como tuvo lugar la siesta perfecta.

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