El
inconsciente no paraba de razonar. Había ocurrido una y mil veces y no había
razón para que dejara de ocurrir hoy, precisamente hoy. El mecanismo, al
pertenecer a su sistema parasimpático, no ofrecía la menor dificultad: sonrió,
giró su cuerpo mientras su brazo derecho intentaba abrazarle,… pero ya no
estaba ahí. Su lugar lo ocupaba un aire denso repleto de moléculas enrarecidas,
ora de arrugas, ora de olvidos. Al cesar el sonido de una chicharra
imposible que anegaba sus oídos, el silencio le despertó. Medio dormido aún, el
inconsciente no dejaba de razonar y razonar, pero lo cierto es que la cruda
realidad no modificó ni una sola de las propuestas que le tenía reservadas para
hoy.
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