Encontrar reflejada en el cubo del patio la imagen de la luna no
debiera generar extrañeza alguna si no fuera porque nunca hubo tal patio, el
cubo le resultaba por completo desconocido y eran las tres de la tarde. Sin
embargo, ahí estaban. Pareciera como si, llegado a cierta edad, el mundo
comenzara a mostrar un modo propio de ver las cosas, una cierta subjetividad, que
quisiera hacérnosla llegar a través de pequeños guiños. Aun así, todo iba bien
en el mundo y cada montaña seguía cargando su corazón de sombras.
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