martes, 2 de septiembre de 2014

EXTRARRADIO


Mutante, triste y mal plantada sobre la torturada acera de aquel callejón del extrarradio, su figura parecía la exaltación misma del invierno. Y así, huérfano de cualquier símbolo de calidez, algo desquebrajado y umbroso, esperaba entumecido la llegada de una furia iracunda que en ese preciso instante torcía la esquina de la calle ocho con la veinticuatro, a dos cuadradas de donde solía vomitar de jovencito los excesos de la química, y se dirigía veloz a las estribaciones de su lagrimal.  Jamás llegó a encontrar refugio seguro ante tamaño ataque de locura, pero nadie llegó saberlo.

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