A pesar de utilizar el docto lenguaje de los ríos y de gastar
sílabas de primavera durante todo el año, no por ello dejaba de insultar
dormido y de soltar iracundos mordiscos a todo aquel que osaba llevarle la
contraria. En su defensa sacó a colación dos circunstancias atenuantes. La
primera es que su incuestionable maldad, cuando vestía de Armani, no lo parecía
tanto. La segunda es que fue a tientas, como un albañil ciego construiría su
casa, que él construyó su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario