martes, 23 de septiembre de 2014

CURIOSIDAD


Demasiado puros, demasiado perfectos, sus ojos se deslizan por la estancia captando aquí y allá minúsculos detalles que, de inmediato, se convertían en indicios fragmentarios de una vida que, por imposible que parezca, fue su vida. En el centro del salón, ciego, el viejo reloj de pared hacía ya tiempo que dejó de marcar el paso del tiempo y ahora se limitaba a dejar constancia muda de cómo el tiempo le traspasaba a él. Fue una ingenuidad, un exceso de curiosidad intelectual el que le empujó a volver al lugar de su muerte.

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