sábado, 18 de octubre de 2014

CEGUERA VITAL


Mecía su cabeza al vaivén de las olas de la mañana pero, después de haberse abandonado a sí mismo durante tanto tiempo, no podía evitar destilar un cierto aire gélido que impregnaba la totalidad de sus gestos. Cualquier cosa le cansaba, la inactividad le producía frío y, a juzgar por los resultados, prefería el frío al cansancio. Sentado en su hamaca, esperaba la llegada de un improbable polvo de luz que, proveniente del futuro, acabaría por calentarle y le ayudaría a poner su mente a flote después de sumergirla durante horas en las profundidades de un océano de tonterías. El peso y, sobre todo, la consciencia de su ceguera vital, le resultaba insoportable.

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