Temblaban
sus párpados y, en ese temblar, veía cómo se desmoronaba un merecido sosiego
logrado tras años de dura siembra. Hechos otrora inmutables, verdaderos por
definición, la incondicional soledad que acompaña a la sombra, la promesa de la
guarida, la lucidez del mar y su misma voz, todo desfallecía hasta que,
finalmente, todo quedó en nada.
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