Regaló
al sol su boca húmeda y brillante, y para que el regalo fuera completo, se la
quiso hacer llegar. No fue fácil. Tuvo que hacerla deambular insegura e
inquieta entre las accidentadas geografías de la brisa, hasta llegar a las
puertas de aquel café. Cuando la vio adentrar sus labios por la puerta
giratoria, nunca imaginó que sería lo último que viera de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario