Ha
pasado el tiempo pero, con todo y eso, sus neuronas no dejan de sorprenderle.
Elípticos unos, alados los otros, recuerdos y sueños funden sus razones
de ser en un aquelarre capaz de desorientar al más pintado. Y así ocurre, que
no resulta extraño ver cómo los ayeres y los mañanas de mezclan turbios en las
profundidades de un ser que, simplemente, no da más de sí.
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