Presa de melancolías y extravagancias varias, las tonterías
ejercían sobre él un atractivo extraño, ajeno por completo al más mínimo decoro
y pundonor. Cualquier estupidez, la más leve de las boberías, producían en él
una sensación real de gozo. La majadería mayúscula llegaba a obnubilarle. Era
consciente de su necedad pero, aun así, no podía evitar amar. ¿Hasta que punto
le está permitido amar a un necio? Al igual que Tántalo, uno de los hijos de
Zeus, intentaba amar, y lo hacía con dulzura, pero los frutos más deseables del
amor se retiraban inmediatamente de su alcance. Tal era su maldición.
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