A su alrededor se sustanciaban con asiduidad asuntos retorcidos y
sucios, razón por la cual en su interior hacía habitualmente un tiempo
espantoso que le agriaba el carácter. Con todo y eso, acontecía en él un
singular enigma de difícil explicación: sentía que, excepción hecha de ciertos
momentos de desenfreno irracional, su vida era plena y feliz. Esas vivencias
contradictorias le aportaban un innegable aire de severidad, imprescindible
para cualquier sicario con experiencia, teñido eso sí de cierta melancolía.
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