Como
si de un Sísifo amnésico se tratara, parecía condenado a sufrir noche tras
noche, un día tras otro, el mismo olvido y el mismo sueño que invariablemente
conducía al mismo olvido, sin que entre uno y otro mediara más interludio que
una especie de vacío silencioso y narcótico. Conviene señalar que, contrario a lo
pudiera parecer, el hecho de estar condenado cada noche a soñar el mismo olvido
no le impedía desayunarse sus buenas rebanadas de angustia mojadas en café
negro, mientras observaba con renovado deleite y admiración el desorden de las
migas sobre el mantel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario