Miraba al cielo como quien no quiere la cosa cuando observó una
luz extraña que atravesaba las nubes superponiendo los azules claros, los
naranjas y los azules oscuros, unos sobre los otros. A renglón seguido una
bandada de gorriones enloqueció, y ese fue el principio. Luego notó algo
parecido a un golpe de azadón sobre su cabeza, de modo que los recuerdos abandonaron
sus nichos logrando reinicializar lo que no era sino un espíritu fatigado. Por
último se sentó y, ya más tranquilo, espero a que la enfermedad, la vejez y la
muerte hicieran su trabajo.
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