Se conocía demasiado como para amarse y, para más inri, en su
cerebro se generaban con excesiva naturalidad vacíos en el que navegaban
pensamientos vagos e indecisos. Mal diagnóstico. Afortunadamente, en los
instantes de mayor quietud del crepúsculo tenía hermosas visiones. Y eso le
reconfortaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario